José comenzó su sesión diciendo:
-Estoy trabajando en esta empresa hace tres meses y no estoy
seguro que sea un buen lugar para mi, al menos por ahora. No me siento cómodo con la gente.
Hay algo que me hace ruido.
-Qué sentís, José?
-No sé. Miedo no es. Capaz incertidumbre?
-OK José, la buena noticia es que esta falta de certeza que
sentís vive solamente en tu cabeza y tus palabras (el resto del mundo ni se entera) es una inferencia
que no se puede medir.
¿Qué hay del lado opuesto que puedas medir?
- ¿Hechos, Horacio? Todo lo que hice en mi vida que al final
son los recursos con los que cuento. Y eso sí es medible. Hechos que me demuestran que sí pude y puedo repetirlo y crecer conforme aprendo.
-La incertidumbre
está asociada a la falta de claridad de
algunos acontecimientos a los que nos enfrentamos, y se
genera porque falta un hecho. Es simple: Admitir que no sabés es
indispensable para dar el siguiente paso.
Porque cuando hablás repito lo que ya sabés no te das el espacio para preguntar, escuchar y aprender.
Hay
incertidumbre cuando crees (como la
única verdad posible) que algo debe ser
de un
modo específico. Por ponerlo de otra manera: la angustia es
producto de perseguir una visión única posible. La incertidumbre nace
y crece sólo en la medida que crees que
en tus manos está tu porvenir.
-¿De verdad crees que sos el único hacedor directo de tu futuro?
- (se ríe)
-Eso sólo es posible en tu cabeza ( y nadie más se entera) cuando
no entendiste que si bien podés hacer todo lo posible siempre hubo, hay y habrá imponderables que
escapan a tu control. No se trata de cerrarte en vos para conocerte porque hay otras
opciones y podés (si querés y decidís hacerlo) adaptarte al contexto que se presenta – en esta
empresa- y que hoy – como no la conocés del todo – es incierto.
Nada es el fin del mundo, cada uno decide cómo prefiere
transitar el tiempo de incertidumbre, y en paz, habiendo hecho todo lo posible también es una opción.
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