Controlar la creatividad es aprender, como el equilibrista, a caminar sobre un cable.
Podemos definir al
acto de jugar como de: Entretenerse y
divertirse tomando parte en juegos con o sin reglas.
Jugar es usar la
imaginación, y esta es –según la Real Academia- la facultad del alma que
representa las imágenes de las cosas reales o ideales.
Jugar es liberarse,
es ser y hacer por puro placer, es una actitud, una forma de hacer las cosas
fuera de toda regla y jerarquía, donde todo resbala y se combina libremente. Es la
manifestación más pura de la libertad, donde los cielos pueden ser colorados y
se desafían las versiones “normales” que las reglas imponen.
Si hubiera
personajes que representan en la
obra, estos pueden dejar de tener forma humana para
reflejar el juego del pintor libre,
adoptando cualquiera. Como los cuentos
de Ray Bradbury donde en tercera
dimensión la familia se mostraba como pirámides azules de distintos tamaños.
¿Cuál es el
propósito del juego creativo? Es lo
contrario de sostener una idea más allá de lo razonable, es provocar un estado
de plena y pura imaginación.
¿Y cual es el motor
más potente? El disparador siempre es
nuestro niño interior, ese ser risueño de ojos vivos que vuelca en el proceso del juego libre
cuanta idea viaje de su mente a su boca y a sus manos sin temores ni miedos ni
vergüenza.
¿Entonces, en el
adulto, la creatividad cuándo llega? Llega cuando el individuo es lo
suficientemente maduros como para permitirse ir a su interior y arrodillarse
junto a su niño interior intacto y puro y comenzar a jugar.
Cuando lo logra se siente como una piedra
que toca el agua quieta y un sinfín de círculos concéntricos viajan hacia
afuera liberando infinitas ideas, que
solamente estarán disponibles para
aquellos que estén listos para ver.
Pensemos a la
creatividad como tensiones contrapuestas donde el fluir encontrará
obstáculos.
Controlar la creatividad es aprender, como el
equilibrista, a caminar sobre un cable.
El aprendiz juega de forma consciente
con las fuerzas, el peso tanto el de la barra como el propio y la posición de los pies. Y para
lograr el objetivo de mantenerse en pie sobre el cable y caminar hacia el
extremo opuesto siempre, SIEMPRE debe
fijar la mirada en la meta. Ni en el
cielo, ni en el piso, ni en los pies, ni
en el cable, sino solamente en la meta.
Mantener la mirada en nuestros objetivos es como una
mira telescópica que apunta de forma certera al lugar , objeto o acción al que
queremos llegar.
¿ Y que pasa cuando esa creatividad se transforma en
ideas concretas con posibilidades ciertas de ser implementadas? Entonces ocurre lo que al equilibrista: el juego lo llevó a dominar la técnica y
sobreviene la confianza, la alegría, la
risa que libera la energía creativa y creadora.
El
equilibrista exitoso entonces va por más.
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