Cada individuo u organización inventará
las mejores recetas para pensar e
implementar soluciones ingeniosas
a
situaciones complejas.
Dibujar es rendirse y dejar que las manos
hagan sin razón sobre un papel o un lienzo organizando tramas, líneas y curvas.
Pintar es mezclar los colores en una
combinación perfecta, es no apurar la pincelada y dejar que la luz, la
forma y el color se habilite suave y con ritmo como un acorde de una melodía;
dejando que los colores se presenten pidiendo permiso y –a través del trabajo
como en un trance cargado de humildad – el resultado aparezca y se habilite.
De la misma manera
y aplicado al trabajo, la creatividad
es romper paradigmas mentales y ver los desafíos desde la “no razón”, para
luego adaptarlos a un contexto posible que arroje resultados concretos ,
auditables y medibles.
El comienzo del
juego es justamente volcar -sin analizar- tantas ideas y /o pistas como surjan.
Ya llegará, a su debido tiempo el
momento de lo racional, de bajarla a tierra y de desafiarla.
Los procesos
creativos se habilitan cuando uno permite que
los bloqueos propios se destraben
y la única manera de salir de esas complejidades es enfrentándolas y
atravesándolas, no negándolas. Y atravesarlas exitosamente requerirá acudir a las únicas técnicas que sirven a
cada individuo para solucionar los problemas: las propias.
Así, cuando la
preparación técnica sostenida e
inteligente se encuentra con la
oportunidad, se presenta el éxito.
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