La idea de asumir la
responsabilidad por las consecuencias de nuestras acciones no es del todo popular. Inclusive, es frecuente
encontrar personas que se sienten más cómodas entregando su poder a otros con tal de no aceptar su responsabilidad.
Estas personas inventan excusas y
pretextos o
culpan a otros o a la vida por
sus errores, y determinan que esa fuerza
superior se interpone entre ellos y alcanzar sus sueño. Lo más probable es que ni siquiera se animaron a intentarlo.
Asombra descubrir que algunos alcanzar la edad adulta sin reconocer
o admitir que hay cosas aun que pueden hacer.
Evadir la responsabilidad es negarnos y rechazarnos a
nosotros mismos, y al hacerlo estamos entregando nuestro poder en otras
personas, la vida, el azar o el destino.
En cambio, si dejamos de echar culpas afuera y reconocemos la responsabilidad por todo lo que sucede en nuestras vidas,
crecemos porque la solución proviene de
nosotros mismos. Somos capaces entonces de crear tantas soluciones como necesitamos para tomar el control de
nuestro destino.
A partir de ahí, la consecuencia lógica y natural
de asumir la responsabilidad y descubrir los beneficios que esto conlleva, es
devolver: acompañando, compartiendo y
guiando a quienes entienden que quieren recorrer ese camino de “darse
cuenta” ,y no saben cómo lograrlo solos.