Todo comienza con sincerar conmigo y mi comunidad mi intención , comunicarla y tener la coherencia de hacer lo que dije que iba a hacer.
Roberto arrancó diciendo:
-Están llenos de explicacione como: “Mi gerente tal
cosa….” “Se cayó el sistema” “Algo se
rompió y yo no lo solté” … “y sabés qué? El problema sigue existiendo. Miran
para otro lado, forman parte del problema
y ponen la responsabilidad lejos de ellos. Son tipos peligrosos. Y
mientras hablo me doy cuenta que no
asumir, jamás es gratuito y tiene el costo de definirlos de impotentes e incompetentes lejos de la
acción, la anticipación y las soluciones.”
-Es tal cual Roberto, el protagonista en cambio, obtiene lo
que contribuye a producir. Dice: Algo se rompió, y si comunico el inconveniente
y solicito ayuda formo parte de la
solución. El costo en este caso es la responsabilidad, abriendo
posibilidades de acción. El protagonista jamás acusa ni se queja.
La primera genera impotencia mientras que con la segunda asumo el poder
que está en mis competencias. Siempre puedo elegir quien quiero ser frente a un
evento (ya lo dijo Epícteto: “Lo que nos perturba no son los hechos, sino como
elegimos verlos”).
Extiendo mi mano y elijo hacerlo aunque el otro no lo
haga. No me defino desde la actitud del otro.
Una declaración que manifieste que uno quiere cambiar
debe estar sostenida con acciones, y el compromiso es lo que transforma una
promesa en realidad. Es la palabra que habla con coraje de nuestras
intenciones. Elijo entonces verdaderamente estar y me “apropio”
responsablemente de mi trabajo.
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